AMIGOS y FAMILIA, Palabras Sagradas

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Crónicas Urbanas: La iglesia de San Cayetano


Las tres puertas de rejas están abiertas de par en par, como las manos de los creyentes o de las personas que, afuera, ruegan por una mínima ayuda monetaria. Adentro, el único sonido permitido son las plegarias o las bendiciones de los feligreses.

La iglesia de San Cayetano está en el barrio de Liniers, a dos cuadras de la estación de trenes y a seis del Club Atlético Vélez Sarsfield. Enfrente de la entrada enrejada, una fila de santerías esperan agazapadas a las personas que salen del templo, pero San Cayetano cuenta con una santería católica propia, ubicada en el atrio.

El local está adornado con dos vitraux: uno de la Virgen María y otro de San Cayetano y los estantes están llenos de rosarios, estampitas e imágenes de santos y vírgenes correspondientes a la religión apostólica romana. Las dueñas son Susana y Sandra, madre e hija. Susana cuenta que está hace más de diez años en el negocio y que “hay más clientes” el 7 de Agosto o en Semana Santa, como también confiesa: “La devoción va en aumento, hasta se acerca la colectividad boliviana en cualquier momento para celebrar a una de sus vírgenes o gente del interior que vienen en micros”. Sandra define a San Cayetano como “un santo popular que dejó sus bienes para dedicarse a los pobres, más popular en Argentina que en Italia, donde nació” y que el 7 de Agosto “es un día festivo, que no pierde su tradición y en donde la familia trae a sus hijos o nietos”.

El 7 de Agosto es el día que se conmemora la muerte de San Cayetano. Los creyentes se asientan en carpas y con semanas de anticipación, en las veredas cercanas a la Iglesia y el rito consiste en ir hasta el santuario a pedir pan, paz y trabajo o simplemente agradecer por el presente.

Adentro, las personas se arrodillan en varios bancos de madera y con los ojos cerrados. El murmullo y los rezos se hacen cada vez más sonoros, hasta que el párroco Gerardo Castellano levanta su mano derecha y empieza a oficiar la misa de las 17.

A la izquierda, una señora se persigna y toca con la yema de los dedos de su mano izquierda el vidrio que protege una estatua de San Cayetano, que va acompañada por un ramo de azucenas en cada lado. Su nombre es Norma y viene a pedir un mejor trabajo para su hermano, quien actualmente se desempeña como vendedor en una de las santerías de enfrente.

Al lado de la estatua resguardada, otras tres imágenes se alzan en ubicación triangular: a la derecha está Santa Rosa de Lima, Patrona de América Latina, con una corona de rosas en su cabeza, un bebe rubio y sonriente en sus brazos y unas flores pequeñas y marchitas en sus pies. Del lado izquierdo se ubica Santa Rita de Cascia, Patrona de los imposibles, con su túnica negra de bordados dorados, un crucifijo en sus manos y un ramo de flores. Y, por sobre ellas y en el medio, está la imagen de la Inmaculada Virgen María, acompañada de rosas y claveles y ella representa la concepción de la mujer. “Lo único que le piden a María es poder quedar embarazadas y que las ayuden en ese proceso. Y por eso estoy acá, debido a que tengo problemas para concebir” confiesa Celeste, una joven de 21 años, al tiempo que se besa la mano derecha y la apoya sobre la frente de la Virgen.

El centro de la Iglesia es custodiado y encerrado por una fila de cinco columnas, en la cual cada una tiene un cuadro que ilustra un momento de la vida de Jesús. Al otro lado de los pilares, están los bancos de madera que apuntan en dirección al altar donde el padre Castellano oficia las misas. Sobre el sacerdote, se alza un enorme crucifijo de madera y porcelana, sostenido por dos tirantes celestes y blancos y, al fondo, dos vitrales grandes hacen de reflectores y de puertas, que conectan con el patio trasero.

Seis vitrales, en el techo, ilustran los momentos más importantes de la vida de San Cayetano y también están las banderas de los países de América, una al lado de la otra. Pero también están las banderas de España e Italia, por sobre las entradas al edificio.

Del lado derecho de la Iglesia, se ubican los santos y en idéntica posición que las vírgenes: a la derecha, un bebé está sobre una Biblia y acaricia la cabeza San Antonio de Padua, “Patrono de las cosas perdidas”. A la izquierda se ubica San José “Patrono Universal de la Iglesia”, con su barba prominente y abrazando a un menor, mientras le toma la mano. Y sobre ambos, se alza la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, con una túnica bordó y con sus brazos abiertos de par en par.

Luego de la misa, el padre Castellano se sienta en uno de los cuatro confesionarios, que se encuentran al lado de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, dispuesto a escuchar las confesiones de una fila de mujeres que lo espera impacientemente.

“Alcancía Servicio Social: ayuda al necesitado. San Cayetano” reza un cartel sobre una urna grande de metal negra, mientras, enfrente, otra imagen de San Cayetano, protegida por una barrera de vidrio, alza a un bebé en sus brazos. Y en medio de la urna y la estatua, la puerta de salida al atrio, con la bandera italiana encima.

Del otro lado de las rejas hay una consecuente fila de santerías, con imágenes negras, distintas cruces, cuchillos tijeras y espadas. “No sólo hay estatuillas o elementos de la religión católica apostólica romana, sino que también los hay de las religión afrocubana” explica Roberto, dueño de uno de los locales y hermano de Norma, que también informa que no se llaman santos, sino orixas y que se les rinde culto mediante objetos llamados ferramentos, como, por ejemplo las espadas, cuchillos, etcétera.

En la entrada del local, las imágenes de Jesús, la Virgen María, Santa Bárbara y San Cayetano están junto a la orixa del mar Iemanja, el orixa Bara, a quién se lo suele sincretizar con San Cayetano, y Exu, a quien el catolicismo asocia con el diablo. Un estante más arriba de estas imágenes, están las cruces, velas, espadas y demás insignias religiosas.

Al salir del local, el sol se esconde por la alta torre de la Iglesia, mientras suena la campana y las puertas enrejadas se cierran. San Cayetano no tiene tiempo para oír las plegarias de un hombre que se quedó parado en la puerta, sin poder entrar.(Alejandro Caminos, 2010)

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