Nació en el frío de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, relegado de toda instancia de poder político y económico a nivel nacional. Pero su arribo al poder cambiaría la realidad de muchas cosas para siempre.
Su personalidad de confrontar, a veces necesaria para debatir ideas en democracia, molestó a los que estaban acostumbrados en creer y leer a un país desde las líneas de un diario.
El ex Presidente tomó la bandera de los derechos humanos, enjuició a los asesinos de verde oliva y puso en la memoria las 30.000 vidas que, poco a poco, volvían a desaparecer en el inconsciente de la sociedad.
Y más importante fue darle otro significado a la palabra política, entendida como una mala palabra desde los noventa y hoy es razón para una discusión en la mesa de un bar.
Pero ante todo, Kirchner fue un hombre. Y como toda democracia, se debe respetar a los que estuvieron de acuerdo con su imagen como a los que no.
Algunos festejaron su deceso puertas adentro, pero hubo los que lo hicieron público a través de distintos medios, con mensajes como “Que te pasó Néstor, ¿te pusiste nervioso?”
La muerte de un ser humano trasciende toda ideología política u opinión personal, se tenga fundamentos o no. Pero un acto tan cobarde, carente de humanidad e inteligencia, merece una pequeña llamada de atención y una invitación a una profunda reflexión.
El periodista Diego Della Sala dijo que “nadie está obligado al profundo dolor. Si al profundo respeto. Si no lo entendemos ante la muerte, jamás lo entenderemos para la vida."
No hay que olvidar que, antes que político y con sus virtudes como defectos, Néstor Kirchner nació y murió humano.
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