AMIGOS y FAMILIA, Palabras Sagradas

jueves, 12 de agosto de 2010

Alta-Divina Sociedad: Colectivo

El viernes 30 de julio, un día antes de que empiecen las queridas y efímeras vacaciones de invierno, me tomé el 124 en la puerta de la facultad para volver a casa, a eso de las 23.00. No había tenido una buena noche: Tuve que quedarme media hora más en la facultad porque el profesor de Redacción, junto a otros 6 alumnos de mi curso, me dijo que estaba mal en la materia, que si seguía así no aprobaría, que mis problemas eran de puntuación (malditas comas) y conceptos en la redacción de una nota. Encima, los que andaban mas o menos bien o excelente se habían retirado a las 22.30 en punto, que era la hora de salida, y el estar ahí junto a la minoría de alumnos actualmente reprobados era como una sentencia a muerte.
Esperando al colectivo en la parada y masticando bronca, decía entre dientes sin parar: Te voy a aprobar esa puta materia y lo vas a ver, Martínez (apellido del profesor) y la concha de tu madre (aunque no esté a favor del uso de insultos en los escritos, hago expreso mi enfado de aquel entonces).
A lo lejos vislumbré un vehículo con tres números verdes y brillosos en su parte superior del frente: al fin llegó el tan ansiado colectivo. Entonces levanté mi mano derecha, frenó y subí con las monedas justas para viajar.
Hasta que oí un ruido estridente y familiar en el ambiente: Un tipo con sombrero, jeans desgastados, zapatillas, remera, guitarra en mano y armónica sujeta en boca cantaba y hacía de su presencia un show.
Al sacar el boleto me senté en esos asientos que dan la espalda al conductor y pensé que seguro era una de aquellas personas que tocaban y cantaban por dinero, ya que no tenían un trabajo y, posiblemente, casa siquiera.
Me relajé y decidí escucharlo: tocaba un tema de Charly el cual no me acuerdo, pero no solo eso: al terminar cada tema hacía chistes con la gente que estaba presente y hasta con los que subían o bajaban. Era simpático, atrajo mi atención y hasta logró distenderme y robarme una sonrisa.
Siguió su repertorio con un tema de Manal haciendo de su pie derecho un metrónomo para no perder el ritmo, su boca el aliento para los solos en armónica y sus manos en la guitarra para la base de acordes, mientras su voz (por momentos desafinada, pero carismática) recitaba correctamente las letras.
Hasta que en Sarmiento y Jean Jaure, al terminar su show de chistes y buena música dijo lo siguiente:
"Sé que muchos de ustedes acostumbran a viajar en colectivo, pero más allá de un vehículo, ¿Saben lo que significa colectivo? Es un grupo unido de individuos, en este caso de personas, que comparten algo y por eso esto se llama asi: Colectivo.
Siempre acá uno comparte cosas negativas: una disputa por no ceder el asiento o hasta robarselo, los malos olores, alguna pisada, codazos, puteadas. Pero también están las positivas como la gente que se conoce hablando mientras viaja, algún amor imposible (aquel que no dejamos de mirar y sabemos que jamás pasará algo) como los que fueron posibles, los buenos gestos (como ceder el asiento a otro), el viajar con un amigo y pasarla bien o incluso el reencontrarse con gente que hace mucho no ve.
Hoy estoy acá para compartir algo positivo con ustedes y hacer de esto un buen colectivo. Vine a darles buena onda y música, para que olviden por un momento el stress del trabajo, el cansacio del estudio y todas esas cosas que uno carga al final del día. Vine a darles un rato de dispersión para que olviden sus problemas, aunque sea un rato, y puedan pasarla bien."
Dicho esto yo ya tenía que bajarme y, antes de apretar el botón y darle dinero a este gran hombre, le agradecí de todo corazón el ponerme contento, tranquilo y disfrutar de un buen momento luego de la terrible noche que había tenido en esa maldita aula terminadas las clases.
Bajé del colectivo con una sonrisa notoria y de oreja a oreja, mientras miraba al cielo negro y despejado de la noche, rogándole a Dios que bendiga a este hombre por su más que buen gesto. Hecho esto, caminé las dos cuadras que separaban esa parada de mi casa, feliz, despejado y con la tranquilidad de que iba a aprobar esa materia, cueste lo que cueste.
La moraleja de este hermoso viaje fue que esa persona y su ocurrencia de tocar en beneficio del bienestar nuestro es lo que, en parte, necesitamos: Ayudar al otro de alguna manera posible y hacerla sentir bien, darle ánimos para que pueda resolver sus problemas y no dejarla consigo misma y en soledad. Hacer buenas acciones, no sólo hacia y para el otro, sino también para nuestro beneficio propio y así mejorar como personas.
Ése músico lo entendió, me dió el mensaje y acá estoy de alguna manera dándoselos para que puedan entenderlo también.

Colectivo: Conjunto de personas que comparten algo

¿Qué tanto sabemos compartir?

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